Las cosas, nuestras cosas,
les gustan que las quieran;
a mi mesa le gusta que yo
apoye los codos,
a la silla le gusta que me
siente en la silla,
a la puerta le gusta que la
abra y la cierre
como al vino le gusta que
lo compre y lo beba,
mi lápiz se deshace si lo
cojo y escribo,
mi armario se estremece si
lo abro y me asomo,
las sábanas son sábanas
cuando me echo sobre ellas
y la cama se queja cuando
yo me levanto.
¿Qué será de las cosas
cuando el hombre se acabe?
Como perros las cosas no
existen sin el amo.
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