viernes, 21 de octubre de 2011

Hamlet de William Shakespeare


Ser o no ser.... He ahí el dilema.
¿Qués es mejor para el alma,
sufrir insultos de Fortuna, golpes, dardos,
o levantarse en armas contra el océano del mal,
y oponerse a él y que así cesen? Morir, dormir....
Nada más; y decir así que con un sueño
damos fin a las llagas del corazón
y a todos los males, herencia de la carne,
y decir: ven, consumación, yo te deseo. Morir, dormir,
dormir ... ! Soñar acaso! !Qué difícil! Pues en el sueño
de la muerte ¿qué sueños sobrevendrán
cuando despojados de ataduras mortales
encontramos la paz? He ahí la razón
por la que tan longeva llega a ser la desgracia.
¿Pues quién podrá soportar los azotes y las burlas del mundo,
la injusticia del tirano, la afrenta del soberbio,
la agustinas del amor  despreciado, la espera del juicio,
la arrogancia del poderosos, y la humillación
que la virtud recibe de quien es indigno,
cuando uno mismo tiene a su alcance el descanso el descanso
en el filo desnudo del puñal?¿Quién puede soportar
tanto?¿Gemir tanto?¿Llevar de la vida una carga
tan pesada? Nadie, si no fuera por ese algo tras la muerte
-ese país por descubrir, de cuyos confines
ningún viajero retorna- que confunde la voluntad
haciéndonos pacientes antes el infortunio
antes que valor hacia un mal desconocido.
La conciencia, así hace a todos cobardes
y, así, el natural color de la resolución
se desvanece en tenues sombras del pensamiento;
y así empresas de importancia , y de gran valía,
llegan a torcer a su rumbo al considerarse
para nunca volver a merecer el nombre
de la acción. Pero, silencio.... la hermosa Ofelia ! Ninfa,
en tus plegarias, jamás olvides mis pecados!

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